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martes, 31 de marzo de 2009

Efecto contagio en la campaña del Gobierno. KIRCHNER FURIOSO CON OCAÑA *


El estallido del dengue en el corazón del Chaco y su posterior expansión hacia otra zonas del país, como el conurbano bonaerense y la Capital Federal, impactó de lleno en el gabinete nacional y ya amenaza con colarse en la campaña electoral. La situación puso en el centro de los cuestionamientos a la ministra de Salud, Graciela Ocaña. El propio Néstor Kirchner estalló de furia contra la titular de la cartera sanitaria por las insuficientes medidas preventivas que habían sido tomadas.


Desde el Ministerio de Salud relativizaron las críticas contra Ocaña y las adjudicaron a una campaña de desprestigio con la cual vincularon a medios de Daniel Hadad, principalmente con el diario electrónico Infobae y el canal de Noticias C5N, conocida en el ambiente político como Cristina5 Nestor. Durante todo el día corrieron versiones sobre una eventual maniobra para reemplazar a Ocaña y colocar en su lugar al ministro de Salud provincial, Claudio Zin.

El ministro bonaerense desde tempranas horas de la mañana realizó evidentes esfuerzos para quedar al margen de los cuestionamientos y, en varios reportajes radiales, se encargó de repetir que desde el año pasado cuenta con el asesoramiento “del médico que más sabe de dengue en todo el país”.

Por su parte, por la noche, Ocaña apareció en el canal de cable TN e intentó restarle magnitud a la emergencia sanitaria al decir que hay solo “4.147 casos confirmados en todo el país”. Respecto de la cifra oficial brindada ayer, implica un contagio por minuto.Y todavía faltaba la informacion sobre las víctimas fatales en Charata.

Las dos últimas catástrofes estallaron en provincias kirchneristas. La primera en Salta, la provincia del joven gobernador Juan Manuel Urtubey, cuando se desmoronó Tartagal y dejó la pobreza a la vista de la presidenta Cristina Kirchner. Ahora, la historia se repite en el feudo K de Jorge Capitanich. El propio mandatario admitió errores en la prevención de la enfermedad.

Es que el dengue se convierte ahora en otro tema que le puede hacer perder puntos al kirchnerismo. Y no solo por las críticas de la oposición a la falta de previsión en la lucha contra la epidemia. También por el pase de facturas dentro del propio Gobierno. Ocaña mantuvo enfrentamiento con miembros del entorno de Kirchner, inicialmente con Héctor Capaccioli y posteriormente con el propio Hugo Moyano. Esas cuentas no están saldadas y dejan abierto el campo de batalla para la caída de nuevas cabezas. En el Ministerio de Salud todo es visto hoy con los anteojos de Ocaña, a través de los cuales se lee una venganza en cada cuestionamiento. Lejos está de ser evaluada, en todos los ámbitos oficiales, la real magnitud de la “catástrofe dengue”.

El caso Ocaña es paradójico. En el Gobierno la dan como número puesto para integrar la lista de candidatos a diputados del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Es verdad que se pensó esa alternativa como una salida elegante del Gobierno debido a sus incesantes investigaciones internas.

Pero difícilmente las críticas que pudieran surgirle a la ministra –ya sea por el dengue u otra supuesta falencia de gestión– no se trasladen automáticamente a la propia Casa Rosada.

El último jueves, antes de que se hicieran públicos los casos de dengue en el conurbano bonaerense, desde usinas oficiales buscaron “provincializar” las responsabilidades, poniendo el acento en el Chaco. Esa estrategia castigaba de hecho a un aliado como lo es el gobernador Jorge Capitanich. Pero ponía a resguardo las políticas nacionales sobre la materia. La medida resultaba funcional, ya que entre las provincias en las que se detectaron casos de dengue figuran algunas gobernadas por opositores. Es el caso de la Catamarca de Eduardo Brizuela del Moral, reciente triunfador en una contienda electoral en la que el propio Kirchner puso el cuerpo para bancar a los candidatos justicialistas. Ajena a las especulaciones, Ocaña viajará hoy al Chaco sabiendo que el calor de las internas únicamente se podrá atemperar con el fresco del otoño, el mismo que pondrá fin a las larvas de mosquitos.
*FUENTE: Crítica de la Argentina – 31/03/2009